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La pelea de Tito y Bety por el futuro de Alto Calilegua: "Nos quedaremos hasta que no podamos más"

  • Foto del escritor: Matías Muñoz
    Matías Muñoz
  • 15 nov 2021
  • 3 Min. de lectura

(Por Gabriel Giubellino, enviado especial).- Tito Flores, así figura en el padrón, y Beatriz "Bety" Salazar, de 67 y 65 años respectivamente, son los únicos habitantes estables de Alto Calilegua, donde hoy 25 personas estaban convocadas a votar en la Escuela 130, donde en los buenos tiempos ella se desempeñaba como portera y cocinera cuando el establecimiento también funcionaba como albergue

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"Los primeros pobladores deben haber estado acá hace 200 años, Yo lo conocí con 50, 60 casas ocupadas en invierno y verano. Cuando empecé a trabajar en 1981 tenía como 40 chicos menores de 5 años de edad, quiere decir que había población. Y los partos los hacía yo", recuerda Tito, quien en la actualidad es enfermero en el Botiquín N° 2 de la Dirección Provincial de Sanidad.


Para dar otro ejemplo, indica que él, nacido en 1954, concurría a los 8 años a la escuela. Era de paja, dos piezas y una cocina. "Tuvo una modificación y después otra, y quedó como está ahora".


- Télam: ¿De qué vivía toda esa gente en esa época?


- Tito: Vivía de su hacienda y sembraba, casi no había empleados. El único empleado era el policía, el jefe del Registro Civil, enfermero y maestros. Cuando era alumno había una sola cocinera.


En aquellos tiempos, los pobladores sembraban principalmente maíz, papa, zapallo, poroto y cayote, señala Tito.


"De eso vivían -agrega el poblador-. Iban con su hacienda al monte y volvían, luego empezaron a trabajar en Vialidad, y en la municipalidad, que no existía. La gente de acá fue a poblar San Francisco".


En esos viejos tiempos, no muy distintos de estos en este pueblo, no había agua. "Acá cerca hay unos ojitos de agua y la traíamos de la vertiente. Ahora pusieron caños, pero como no tiene filtro, el agua puede llegar con sapos, con cualquier cosa", dice Tito.


Y describe: "Era gente muy rústica y se daba maña de vivir así, el raro el que traía una linterna".


El pueblo más cercano, San Francisco, se encuentra a 8 horas de mula o caballo, 1600 metros abajo, por lo que sus bajadas son esporádicas.


Para comer, tienen su hacienda y lo que cultivan. Tito y Beatriz siguen manteniendo la tradición de sembrar.


Beatriz muestra con orgullo a Télam las frutillas de su huerta. "Maíz, papa, poroto, haba, verdura, da de todo. Lo único que no podemos hacer que crezca es pimiento y morrón", relata.


Para las personas involucradas en el operativo electoral carnearon un cordero, luego de elegirlo con ojos de expertos. El espinazo quedó colgado bajo un alero. Debajo es el lugar elegido por una gallina ponedora.


"Lo podemos poner en la fiambrera, pero no hace falta. En dos, tres días lo tenemos que comer. En invierno puede durar hasta un mes afuera pero ahora la liquidamos en una semana. O la hacemos charque si es de vaca, chalona si es de oveja", cuentan.


Beatriz tiene una teoría: "La gente tiene su hacienda, por eso vuelve en verano, pero ya no quiere sembrar. A la juventud no le gusta sembrar. Y acá no tiene televisión, no tiene donde cargar el celular".


Para la vuelta del equipo de Télam convidan charque a las brasas y huevos duros. "Aunque no tengan hambre, coman. Les va a hacer bien por la altura", recomienda.


Beatriz y Tito están viendo desde hace años la lenta migración de los calilegüenses. Pero ellos no se van a ir.


"Soy nacida y criada aquí. Tengo mis costumbres, mi casa. Acá me voy a quedar hasta que no pueda más", jura Beatriz.

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